«Se puso los zapatos, ¿por qué no? Y se fue al baile y se puso a bailar.
Pero cuando quería ir a la derecha los zapatos bailaban hacia la izquierda, y cuando quiso ir arriba los zapatos bailaron hacia abajo, bajaron la escalera, hacia la calle, y salieron por la puerta de la ciudad. Bailaba sin poder dejar de bailar y así continuó hasta el oscuro bosque».
Andersen, Hans Christian
Carboncillo, lápices conté, pastel rojo, papel Ingres, goma y un buen trapo ¡Qué feliz me siento al simplificar la técnica!
Volver a acabar con manos y cara manchadas de carbón dibujando algo que no sea una estatua es fantástico. No sabía lo que lo echaba de menos