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Mis lápices preferidos



Los hay que son lápices obsesivos, sutiles o contundentes: unos graves, otros ligeros... los hay luchadores, pacíficos, agresivos, audaces e incluso, por qué no, irritantes.

Pero mis preferidos son los lápices soñadores, los que recuerdan las cosas solo a través de la sensación. Los que se paran a mirar el vuelo de la mosca (y que digan lo que quieran...); y no les importa detenerse, respirar y alimentarse de la brisa. Unas veces se quieren mojar con la lluvia y abandonarse, para naufragar por toda su tristeza azul; y otras, si les dejamos, se ponen a dar saltos en los charcos... arriba, arriba, que el abajo viene solo

Me gustan esos que no temen que las lágrimas se vean incluso de lejos o que las risas suenen y dejen eco en otras nuevas. 

Suelen ser los más pequeños, los más añorados: muy gastados y mordidos. Supervivientes. 

En su mayoría, o bien son los más ruidosos, o por contra, los más silenciosos. Sin punto intermedio: todo o nada, (esa que a veces lo es todo, ¿quién recuerda a la nada?). 

Ingenuos, expresivos, fugaces, alocados y profundamente reflexivos (a su modo). Salvo excepciones, suelen ser los lápices que perdimos cuando dejamos de ser niños... con esfuerzo y suerte quizá encontremos unos pocos, (si queremos).

(Texto e ilustración creadas para el rincón del socio del Pes Digital, revista mensual de APIV).
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