La vida es una acumulación de "cosas". La primera es la consciencia del momento, sin ella no hay reflexión. Pero siempre hay un tiempo para esa consciencia, siempre hay una reflexión por muy fugaz que ésta pueda ser.
Luego viene todo, de golpe y desordenado. La relación con los demás, aquello que dijiste, aquello que callaste. Cómo te sientes, cómo ves el mundo, cómo te ven (si es que te miran). Cómo se sienten, cómo verán el mundo... cómo creen que los miras.
He oído decir que el infierno son los demás. No lo creo, solo es el miedo a los demás y el miedo mismo.
Y la vida continúa: las metas, las ilusiones, los logros, las carencias, los errores... aprender, ser mejor, hacerlo mejor, tener fuerzas para seguir el ritmo en cada una de las cosas que forman la vida, (las que tu elegiste para la tuya). Sin escondite, sin salida, como un perfume que te impregna y se queda grabado en tu piel incluso cuando duermes.
Te exiges hacer bien esto y aquello, y si ya lo haces bien, lo quieres hacer mejor. Entonces te descubres exigiendo lo mismo a los demás, quieres lo mejor para ellos pero... llega el momento de ser conscientes, y te das cuenta de que lo único que sabes es cómo te verían si te miraran a través de tus propios ojos. Creíste saber lo que quieren, cómo se sienten, cómo ven el mundo... pero quién eres tú para imaginarlo. Hasta los espejos son un engaño... aunque si en algo somos todos iguales, es en que seguimos confiando en nuestros ojos (sin remedio y cada cual en los suyos).
